REALISMOS
Hoy escuché una
noticia que me llamó tanto la atención que pensé que podría servir como un tema
para escribir algo. Algo que responda a lo que últimamente me pregunto: ¿Se puede escribir un párrafo que no haya sido escrito? Esta
noticia me llamaba la atención, justamente, por la forma literaria en que era
presentada por la locutora de Radio Nacional de Comodoro Rivadavia, a las diez
de la mañana, del catorce de julio del año dos mil quince.
La noticia decía que
el hermano del intendente de una localidad del Chubut. Y aquí dudo, porque
hay una diferencia entre una noticia y un texto literario. Si hago participar
en él a personas que tienen su nombre y su vida privada, los convierto en
personajes sin preguntarles nada. La noticia, en cambio, puede nombrarlos;
primero porque una noticia es pública, tanto como el cargo de intendente, que
además está regido por la obligación de la publicidad de los actos oficiales.
Pero un texto literario no es un acto oficial. En cambio la
noticia es la forma misma de aquella obligación y su consecuencia no es otra
que la llamada realidad, construida enteramente por ellas como los ladrillos
construyen una pared.
La noticia decía que
el hermano del intendente de una localidad del Chubut murió arrastrado por su
caballo mientras se dirigía a un campo vecino. Luego se extendía en detalles; y
tanto que la locutora trastabilló cuando leía. Porque supongo que la leía y
al hacerlo se encontró con un texto más largo de lo que el formato noticia
prescribe. Supongo que no había sido ella quién la redactó. Suposiciones que
confirmé más tarde cuando me encontré con la noticia escrita el mismo día en uno
de los dos diarios locales. También supongo que el redactor de la noticia se
debe haber dejado influir por lo literario del asunto y se extendió más de la
cuenta.

Decía entonces que el
hermano del intendente de una localidad del norte del Chubut había muerto
arrastrado por su caballo ¡durante diez kilómetros! Me llamó la atención que
fuera su caballo. Contrariaba el lugar común del animal fiel que sabe cómo
llegar a casa, incluso llevar a su dueño en las peores condiciones. En el breve
tiempo que duró el párrafo, recordé mi experiencia en un campo en donde me
prestaron un caballo para dar una vuelta. Era un caballo viejo que había hecho
el mismo recorrido durante años. Pese a mi empeño no pude desviarlo ni un milímetro
del trazado que tenía escrito en los músculos. En vano lo apuraba dándole
pequeños golpes en su abdomen. Nada. Simplemente se quedaba quieto con la vista
fija en el horizonte. Pero en cuanto le soltaba la rienda el caballo seguía
fielmente su recorrido. Tal vez la fidelidad fuera mayor al mapa que llevaba
escrito que al jinete que lo montaba. Me asombró el modo en que respetaba una
traza minuciosa. Sabía dónde doblar, dónde encarar un alambrado por un
montículo o bajar del camino para evitar un guardaganado. ¿Qué haría ese caballo si
enloqueciera? ¿Correría desaforado sin saltearse ningún atajo, ningún montículo,
reproduciendo enloquecido la rígida memoria que lo conducía?
La idea de la locura
del caballo ya estaba en la noticia, que mencionaba una “enloquecida carrera” de
diez kilómetros. Durante ese lapso arrastró a su jinete: el señor Cómo. Aunque
al apellido lo leí en la edición que mencionaba el diario, voy a cambiarlo para respetar ese borde que permite que lo que fue publico retorne a
sus fueros. El apellido del señor Cómo no hace más que agregar más elementos a
la sospecha de que noticia y realidad están siendo fundidas en una sola
sustancia. El aspecto literario de esta noticia no es sino un efecto secundario
de esa unión. No sé si se me hice entender: estoy diciendo que lo que entendíamos por realidad (y de la que nos informaban los diarios o las radios) está siendo convertida paulatinamente
en noticia. Y no es lo mismo una noticia que una realidad, ¿o sí? Diría que, de
ahora en más, los locutores serán los encargados de relatar las alternativas
del mundo que nos toca. Y entonces se podrá hablar con justicia de
realismo.

¿Y el Sr. Cómo? Al
parecer iba en alpargatas, este detalle llamó la atención del redactor de la noticia,
pero lo consignó sin mayor precisión. El otro detalle es que no llevaba
puestos los estribos regulares (sé que es obvio recordar la frase “perdió los
estribos”, pero no quiero que se pierda ningún detalle de este hecho) Fue hallado con la soga que los reemplazaba rodeándole uno de los pies, mientras que
la otra pierna estaba suelta (habrán oído la expresión “durmió a pierna
suelta”. Ven que no exagero.) Fue en esas condiciones que el caballo lo arrastró
diez kilómetros mientras la cabeza golpeaba contra el suelo (la noticia agregaba aquí unos adjetivos que no voy a repetir. Aunque sostenga que toda la realidad está siendo convertida
en noticia, aún están en vigencia algunas recomendaciones sobre el uso de
adjetivos) ¿Qué fue lo que pasó? La noticia supone un percance, más bien una
descompensación, que hizo que perdiera el sostén en su montura y cayera del
caballo, pero con una de las piernas atrapada en el improvisado estribo. De lo
que no dice nada la noticia es del enloquecimiento del caballo. ¿Qué lo azuzó
de esa manera y hasta tal punto que lo lanzó a la carrera que le costara la
vida a su dueño? Allí se asoma algo más gravoso todavía. Y es que ese hecho
habilita a pensar que, a ese nivel, es decir: ese en el que las vidas de las
personas responderían, de ahora en más, a un guión oscuro del que tendríamos, como evidencia, una noticia propalada en una radio o un diario de pueblo. A ese
nivel, decía, quedarían suspendidos los cuidados propios del hombre. Lo que llamábamos
hasta no hace mucho, instinto de conservación. Tal vez toda la alharaca sobre
la seguridad no sea más que la contracara de esa conversión.
No quiero ser
pesimista, pero, el último detalle que menciona la noticia, y que, cualquiera
de ustedes puede verificar con sólo consultar la edición del catorce de julio
del dos mil quince, de uno de los dos diarios locales, es que el señor Cómo se
dirigía a una estancia vecina. ¿Saben cómo se llamaba esa estancia…? El
Sacrificio, así se llamaba y todavía se sigue llamando.
Hasta ahora nos
conformábamos pensando que la vida imitaba al arte, pero tal vez haya que
considerar que, de ahora en más, toda la literatura será de denuncia.
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