LA VOLUNTAD DE UNIR
ENSAYO CRITICO SOBRE LA OBRA DE DOLORES OCAMPO DE MORÓN
Este artículo ha sido hecho en el marco de la
curaduría compartida con Mónica Aleuy. Mientras
realizábamos la selección de las obras, tanto para el presente catálogo, como
para la muestra que lo acompaña, hemos intercambiado numerosas ideas y
pareceres que han nutrido estos párrafos. Testimonio aquí mi agradecimiento por
la riqueza del trabajo compartido.
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Tapa del Catálogo de la Fundación Nuevo Comodoro |
Tengo el privilegio de arreglar cuentas con la
tradición que me precede y revisar la historia de los artistas que han fundado las
artes en el lugar en que vivo. Porque, por mas que los modos del arte provengan
de una tradición que se expande universalmente, cada lugar, a su tiempo, debe
actualizarla a su modo.
Loly vino a Comodoro Rivadavia en el año 1969, trayendo
consigo la formación recibida en la Escuela de Bellas Artes de La Plata y la
aplicó aquí, donde, como solía decirse, estaba todo por hacerse. Seguramente antes
que ella viniera ya había exposiciones de arte, y algunos otros actuaron por la
misma época. Pero lo único que cuenta es lo que deja marcas, y permite que una
comunidad crezca en el entramado de los símbolos con los que va a entenderse a
si misma. De ahí la importancia de analizar la intervención de estos artistas, para
entender su alcance y sus consecuencias. Y para decirlo de un viaje, lo que
Loly trajo fue un modo de entender al arte como una vocación constructiva.
Le llamo así a una posición que subraya el papel
de la estructura compositiva, las tensiones que surgen de la relación entre las
formas y las líneas de fuerza. Armonías y contrastes. Todo ello en detrimento
de los demás elementos del cuadro, especialmente del contenido temático que, en
esas condiciones, queda reducido a sus presentaciones mas elementales. Pero
atención, porque esta es la primera diferencia con la concepción universal de
esta corriente. Loly adoptó el despojamiento de la figura pero lo puso en
tensión con el ansia de relatos de aquella comunidad incipiente. Entonces volcó
la reducción figurativa a favor de construcciones ideales, tanto históricas
como ideológicas.
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Mujeres, 1967, Óleo, 100 x 50 cm |
Fue así que Loly, mezcló las estructuras de la
representación moderna con los ideales de la ciudad que eligió para vivir,
ideales a los que ella puso imagen. La prueba es que muchas de las
instituciones de Comodoro Rivadavia tienen, entre su patrimonio, un mural de
Loly. Algunas, como la Iglesia Catedral, lo tiene en el altar mismo, donde sus
fieles la celebran cotidianamente. ¿No es el ideal de unión del pintor con su
comunidad?
La pintura moderna, desde Cezanne en adelante,
hizo del trabajo sobre la estructura, un modo de alcanzar una verdad más allá
de las apariencias. Las vanguardias que progresaron en esta dirección, fueron quitando
todo lo accesorio hasta llegar al despojamiento radical, aquel que dio lugar a
la afirmación de Ad Reinhardt de que ya no era posible pintar más. Pero, por
estos pagos, no era posible arribar al vacío, por la sencilla razón de que todo
el mundo estaba ocupado en llenar: de gente, de trabajo, de dinero y finalmente
de sentido, porque todas esas cosas no lo aseguraban. Es ahí donde Loly toma a su cargo esta tarea y durante un
tiempo importante, que va desde principios de la década del setenta hasta fines
de la década del ochenta, se aplica a pintar toda la imaginería ideal que podría
orientar al incipiente pueblo. Y la mención de las fechas no es ociosa, ya que
a diferencia de Dola, quien puede decir que él no ha cambiado (1), la obra de
Loly es una caja de resonancia de todos los cambios históricos que afectaron a
la ciudad.
Es interesante repasar algunas fechas. Loly pinta
el primer mural en 1975, en un concurso municipal que lo tenía a Miscelao Dola,
Eduardo Castillo y a otro personaje de entonces, que merecería mas interés de
nuestros historiadores, Héctor Pérez Oyarzún. El mural que pintó estaba
emplazado en la esquina de Sarmiento y Abásolo, a la salida de Comodoro. En
1980 se ordenó tapar el mural. Un año después, ese acto fue desagraviado con
otro mural que Loly donó al Patrimonio municipal, y que aun puede verse en los
pasillos de la planta alta del municipio.
Es interesante comparar las fotos de ambos murales(2).
En el primero el número de figuras es reducido y flota una clima de ausencia. A
derecha puede verse un obrero petrolero ejerciendo su fuerza vertical sobre la
barra perforadora. A su izquierda un peón rural lo compensa en fuerza, mientras
sostiene de las patas a una oveja para esquilarla. En el centro una madre carga
una criatura e interroga con su doliente mirada al espectador. Sólo un niño que
vende diarios la acompaña. En las líneas envolventes que unen el primer plano
con el fondo, pueden verse unos libros y una red de pesca. El paisaje que
circunda la escena está casi vacío, sólo se insinúan unas oscuras estructuras
que recuerdan a la industria y una capilla similar a la del barrio 9 de Julio.
El sol, desligado de su función, cumple aquí el papel de un ojo rector, en el
centro del cuadro. Los dos obreros tienen completamente inclinada la cabeza, de
tal modo que es imposible ver sus rostros.
Cuando el mural fue tapado, en plena dictadura, la
prensa (3) hablaba de un “daño irreparable a la cultura local”, pero sin
mencionar “de cual de los tres escritorios provino la decisión”, (El rectorado
de la Universidad Nacional de la Patagonia, La Dirección de Minas, y la
Dirección de Rentas). Tampoco le
atribuye a la acción intenciones políticas, más bien culpa a la proverbial
indiferencia de los funcionarios de Buenos Aires. Pero es posible leer en el
mural, la ausencia, la derrota y la muerte. Esa oveja inerme, entregada por
entero a la esquila, y la mirada profunda de la madre, deben haber irritado a
los censores de escritorio, tan extendidos en la época, y más en esta ciudad,
donde la batalla cultural era seguida con detenimiento.
En el mural que sirve de desagravio - pintado seis
años después - el número de figuras aumenta; el petrolero sigue en su posición,
pero ya no podría decirse que su postura es de derrota, más bien está
concentrado en su mundo. El trabajador rural se encuentra hincado y la oveja no
cuelga inerte, sino que está apoyada en el piso. Finalmente la madre, tiene los
ojos entrecerrados en actitud introspectiva. Hay mas figuras jóvenes y muestran
una tímida sonrisa. La catedral ha reemplazado a la capilla y en las líneas del
fondo se pueden ver los abundantes caseríos del pueblo que crece.
Me detengo en la descripción de estas escenas
porque me interesa demostrar que Loly pinta historias. Y al hacerlo se hace
caja de resonancia de la evolución de esas mismos acontecimientos en la
cultura. Los dos murales revelan el clima que va, del corazón de la dictadura al
horizonte de la democracia. Si en Dola el tema es una excusa para pintar, en
Loly adquiere un papel central y sus imágenes son sensibles a los cambios
culturales que le sirven de base.
El tratamiento que Loly hace del ideal, merece
también algunas consideraciones, ya que hay en su intención una especie de
anhelo de armonía, una esperanza de que el amor envuelva lo antagónico y
apacigüe los conflictos. En esta dirección se aplicó al intento por conciliar
términos inconciliables: la estructura y la anécdota, los ideales y lo que no
encaja en ellos. La historia, con sus versiones y el despojamiento formal. Hay
una especie de forzamiento en cada cuadro de Loly por unir registros
imposibles. Y para hacerlo apeló a un ideal de unión al que solo se puede
llamar amor, la única fuerza que no consiente a la forma. Porque la acción de
Loly va más allá de la pintura y alcanza los modos de organización social donde
siempre tuvo una participación destacada. Desde la enseñanza del arte, donde
contribuyó a formar a varias generaciones, hasta las organizaciones sociales a
las que aportó su trabajo generoso y desinteresado.
Hay una constante constructiva en sus obras: una o
dos figuras centrales marcan el eje narrativo. A su alrededor y estructurados
por un recorrido de líneas y formas, se disponen los elementos constitutivos
del tema. Las figuras están sólidamente construidas y el dibujo traza
firmemente los límites de los planos de color. La perspectiva queda sometida a
este esquema, mediante líneas envolventes que sirven a la representación de los
planos de profundidad.
El color en su pintura es independiente de la representación,
y las líneas de composición separan las áreas cromáticas. Por lo general los
planos del fondo son tratados con azules y violetas, para dar idea de
distancia, mientras que las luces, cálidas, hacen los recorridos que a la
autora le interesa destacar.
Este esquema ha quedado fuertemente impreso en la
cultura de la ciudad, en donde el mural ha ganado un lugar como forma de
conmemoración. Hay abundantes ejemplos distribuidos en toda la ciudad, y en
todos ellos puede seguirse este patrón.
Pero la obra de Loly va mucho más allá de los
murales y se despliega en multitud de pinturas y dibujos, desde mucho antes de
la época de los murales, tanto como después que dejó de pintarlos*.
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¿Por qué la guerra? (conflicto con Chile), 1978 - Oleo (100x70) |
En este cuadro todavía se encuentran integrados la
historia y estructura, y ello es posible, por la reducción anecdótica que eleva
las figuras a su condición de arquetipos. Este procedimiento estaba legitimado
en los usos del género, pero luego, y por las profundas modificaciones
ocurridas en la cultura, ya no fue posible aplicarlo. La estructura dejó de revelar alguna verdad
oculta, puesto que ha sido completamente develada, hasta dejar el soporte mismo
al desnudo. Y diría que, después de la década del noventa, ya ningún tema pudo
ser tratado al modo de una simbolización idealizante. Es a partir de esa fecha
que Loly empieza a tratar a sus cuadros de un modo distinto. Por un lado la
narración se hace más concreta y sus detalles se imponen al resto del cuadro.
Por otro, la estructura se disipa y sus elementos se sueltan de la geometría
constructiva que los contenía; aparecen ahora como trazos que flotan en el
magma cromático del fondo.
Es por esto que afirmo que la pintura de Loly, al
desplegarse en un eje narrativo, queda completamente expuesta a los cambios
culturales, pero su acierto es dejar un vivo testimonio de ello en el proceso
mismo de su pintura, para imponerlo finalmente como su estilo.
Tomemos ahora el cuadro llamado “Volver a Empezar” un óleo del año
2007. En él se ve la tradicional
figura central, agobiada por alguna decisión que, suponemos, no debe ser ajena
a los dos rostros que la flanquean. La figura está muy lograda y se ve
claramente la tensión de sus pantorrillas contraídas y las rodillas apretadas.
La cabeza ligeramente rotada deja ver una mirada abandonada a sus cavilaciones.
Esta figura ya no tiene pretensiones de arquetipo, su pequeña anécdota es toda
la dimensión del cuadro. Quizás alguien pueda identificarse al dilema que aqueja
a la protagonista, pero será por su cuenta y riesgo, de lo particular de su
historia a lo particular del cuadro. El color está resuelto según el estilo de
Loly: la típica luz azul que centra el interés en la figura; el rosa del apoyo
que le permite a su vez dar el tono al cuerpo; y el violeta que enmarca y
acentúa las dos gamas anteriores. ¿Y la estructura? Ha perdido su función
tradicional y ahora acentúa la tensión narrativa de la anécdota. Sólo dos
diagonales cruzan verticalmente el cuadro, apenas contrariadas por las
horizontales que sitúan la escena.
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La senadora, 1996 - Oleo, petróleo y cáñamo (90x80) |
Podemos seguir esta descomposición de la escena
pictórica en toda una serie de cuadros. A modo de ejemplo, aislé una secuencia que
la ilustra. Comencemos por “La Jueza”. En primer plano
encontramos la figura femenina que da nombre a la obra. Su disposición parece
surgir del entramado de hilos adheridos a la superficie. El rostro duro, de
rasgos americanos, recuerda el pasado muralista. Se destacan unas figuras
masculinas, borrosas, confundidas con el fondo del que emergen. Las manos levantadas
y el título de la obra, dan la clave para la lectura anecdótica del asunto. Ningún
arquetipo, ningún idealización, al contrario, la figura de La Jueza, en su
particularidad, denuncia el descrédito de aquellos ideales que nos regían. Las
manos tienen un protagonismo marcado. Todas abiertas, salvo la izquierda de la
jueza, y vueltas hacia la superficie del cuadro. Podría decirse que están virtualmente
apoyadas en esa superficie. La unidad del cuadro se mantiene en los ricos
pasajes de color dispuestos en pequeñas zonas. Se observa la perplejidad de las
figuras y sus gestos ya no se dirigen a nadie, solo apoyan la superficie del
cuadro que se les esfuma. Y si observamos a continuación “¿Querés Que Te Lo Cuente Otra
Vez?”, las manos están literalmente palpando esa superficie virtual. El
rostro recuerda al de Loly y el cuadro es la imagen misma de la perplejidad. La
serie se podría seguir con “El Gallito Ciego” expresión literal
de ese apagamiento de la escena pictórica. Y el mismo esquema se acentúa en “La
Senadora”, donde pueden verse otra vez las manos sosteniendo la
superficie virtual mientras que el fondo se descompone en fragmentos cromáticos.
El rostro de la protagonista es signo de desconcierto. Finalmente en la obra
titulada: “Llegada La Tarde El Maestro Dijo: Crucemos A La Otra Orilla” la
escena pictórica ya esta completamente desestructurada. Fragmentos de las figuras
tradicionales flotan ahora a la deriva, en un fondo violáceo, sin relación
narrativa ni compositiva entre si.
En todo ese tiempo la cultura sufrió enormes
cambios, y el arte no fue ajeno a ellos. Loly, que tuvo presente su influencia
en los asuntos de la ciudad, no podía quedar ajena. Sus cuadros son testimonio
de los cambios y de la respuesta que ofreció: seguir pintando a como sea,
utilizando los medios propios de su oficio, con ese empecinamiento tan
necesario cuando la escena no tiene ya la nitidez de los ideales.
(1)
Referencia a una expresión de Miecho Dola recogida por Mónica Aleuy y que da
nombre al artículo del libro dedicado a su obra que acompaña a este.
(2)Fotografía
tomada del archivo personal de la artista.
(3)Datos
tomados del archivo personal de la artista. Diario El Patagónico, del 12 de
noviembre de 1980.
* Una
referencia especial lo merecerían sus retratos, pero esa tarea excede el marco
del presente artículo y quedará a la espera junto con un estudio detenido de
los murales.
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