NOSTALGIAS
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"Casimiro" grafito, aguada y carbón |
NOSTALGIAS
El ocho de noviembre de 2014 participé de las
Primeras Jornadas Binacionales de Estudios de Culturas y Literaturas de la
Patagonia. El evento fue un acierto y me gustó mucho que me invitaran. Sin
embargo experimenté un malestar que, en su momento, no pude poner en palabras. Y
tanto que, sobre la marcha, modifiqué lo que tenía pensado decir. Como procuro
orientarme por el malestar, me pareció oportuno intentar decir algo sobre ello.
El artículo siguiente es el resultado.
Organizadas en el marco de
la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, por los colectivos que
se referencian en Luciana Mellado*, se realizaron las Primeras Jornadas Binacionales de
Estudios de Culturas y Literaturas de la Patagonia. La convocatoria
hablaba de “fortalecer una comunidad de argumentación plural que problematice
el imaginario de la Patagonia como región geocultural argentina y chilena“. El campo
de análisis se distribuyó en los ámbitos tradicionales de la cultura: historia,
medios de comunicación, literaturas, arte, etc.
Para el
trabajo se convocó a interlocutores mucho más diversos que lo acostumbrado.
Mérito de Luciana Mellado que sabe mezclar hacedores, como le decimos, con universitarios. El panel en el que
participé se llamaba “Arte en la Patagonia. Prácticas e interpretaciones” Lo Coordinaba Natalia Montes y estaba integrado, además
del que suscribe, por Anahí Rayen
Marilúan** y Marcelo “Chelo” Candia***. Llamé a mi trabajo “La Práctica de las Artes,
últimamente” (1).
Me pareció que
era un lugar donde se podía probar lo que se puede decir. Y efectivamente, lo
fue. Lo que quería decir era que
percibía un agotamiento de las formas y lenguajes del arte, y buscaba
relacionar ese agotamiento con las direcciones culturales dominantes.
Mi planteo era
casi plano: según la tradición instalada por las vanguardias, el arte cambia, pero
advierto que los cambios se han detenido y eso me preocupa. No parece haber renovación
de lenguajes, al menos en los circuitos por donde circulan las obras. Son ahora
las instituciones dedicadas al arte las que animan el campo de la práctica,
sostienen la agenda y convocan a exposiciones o intervenciones de sitio
especifico. Diría más: la institución se ha convertido en el soporte y el lenguaje
mismo de la obra. Y la complejidad subjetiva del arte fue reemplazada por un
código hecho de diseño y estudios culturales. A mi entender esto ha estereotipado
sus formas y procedimientos. Salvo honrosas excepciones, sobre las artes
visuales contemporáneaneas flota un aire a “deja vu”.
Ahora bien,
eso que quería decir, ahí, en ese auditorio, no le interesaba a nadie. Y lo fui
pescando a medida que se acercaba la fecha de la presentación ¿Por qué digo que
esos avatares del arte no despertaban interés? Porque la pregunta que llevé
hasta allí – ¿hacia dónde crece el arte? ¿crece? - ya estaba respondida de
antemano por la integración de la mesa. Al menos la primera de ellas.
Marcelo
“Chelo” Candia es un querido y reconocido artista popular, su práctica aborda
varios géneros entre los que se destacan la gráfica, la historieta y el mural. Anahí
Rayen Marilúan es una exquisita cantante y compositora. Licenciada en folklore,
con una sólida formación que se interesa por los cantos propios y antiguos. Y fundamentalmente,
las referencias de su práctica se encuentran en la memoria de su comunidad arrasada por la conquista. Y
finalmente, el que suscribe, es un artista “tradicional”, es decir, un
nostálgico de otros tiempos. Bien mirado era un hallazgo, aunque yo sintiera
que hacía de pato de la boda. Esa composición mostraba las direcciones
predominantes del arte en la Patagonia en los tiempos que vivimos.
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"Cosme" dibujo 58 x 72 cm |
Y lo que
quería decir allí no lo dije como quería. Y no lo dije porque no encontré otros
que creyeran que el crecimiento del arte fuese un problema. Se me anticipó la
impresión de que el arte, como yo lo entendía, ya no estaba dentro del campo de
intereses de los participantes, o mejor: de cómo no se lo entendía, para hacer
un chiste frecuente desde 1900. Es que, más o menos desde esa fecha, el arte se
desligó paulatinamente de sus compromisos con la mímesis, para volverse sobre sí a elaborar el vacío central que lo
obsesionaba. Claro que ello lo alejó de los códigos comunes, aunque el mercado,
qué es capaz de hacer comprensible cualquier cosa, lograra que la gente hiciera
cola frente a los museos.
La cuestión es que ese vacío central, abierto
a una continua interpretación de las obras de arte, ha sido cerrado. Y la
mayoría de los participantes estaba más conforme con estas dos direcciones: la
de un arte que se expande en sus formas horizontales y la de un arte de una
comunidad originaria que reivindica las prácticas tradicionales arrasadas por
la conquista. Sobre el final José Uranga (2) me lo dijo con sorna: tu pregunta
ya fue respondida por el “Chelo” Candía. O sea: el arte crece en lo horizontal.
¿Y porque me lo dijo? Bueno, porque la presentación de Candía, que se llamaba, “Viajeros”:
poesía e historieta en Patagonia, o de cómo aprendimos la lección de Sabella”,
recogió abundantes muestras de simpatía. Y esas manifestaciones eran el signo
de una recepción lograda. Un acuerdo de simpatía y solidaridad entre el artista
y su público. No tengo nada que objetar, por el contrario, el mundo empeora y simpatía
y solidaridad son recursos que deben estar en la primera fila. Pero me temo que
el arte, como yo lo entiendo, no progresa en ningún acuerdo logrado entre
público y artista. Y, aunque veo signos de renuncia por doquier, todavía
necesito creer que se puede ir más allá de un público conforme. ¡Y atención! que
no niego que ese más allá lo pueda abrir alguna encarnación de lo que se llama pueblo,
como le gusta creer a los artistas populares. Por eso la respuesta de Uranga
era cierta sólo a medias. Que el arte crezca en extensión, buscando un acuerdo
con su comunidad de recepción, es un anhelo y un ideal.
Lo cual, de nuevo, está muy bien; el empuje capitalista va a lo peor y
cualquier resistencia es poca ante sus recursos (si bien, el grueso del arte
popular y público no resiste al capitalismo, más bien se nutre de él). Pero las
comunidades de recepción, al igual que todas las comunidades, se fundan en la
identificación al común, y por esa vía los valores primero se comparten, luego
se educan y finalmente se prescriben hasta el estereotipo. Para mí, por ese
camino, no hay salida, en tanto en esta práctica del arte no hay preguntas, hay
afirmaciones. Contra afirmaciones, si quieren, pero no preguntas. Y para mí el
arte es pregunta. Una pregunta por sus propios medios, en primer lugar. Una
pregunta por lo que se puede alcanzar con esos medios y que aún no haya sido
ensayado. A esta búsqueda, desde Baudelaire, se la ha procurado rebajar a la
condición de simple novedad, pero va más allá, y no es difícil distinguir lo
que es una simple novedad, de una forma nueva de tocar una cuerda que no había
sido pulsada hasta entonces. Es en pos de esa cuerda es que el arte puede crecer
y renovarse. Tanto en el Real que toca, como en los modos en que lo toca. Por
el contrario, un arte afirmativo termina repitiendo sus recursos y se
empobrece, y entonces va a buscar su legitimidad por la vía de la
identificación a alguna forma de reclamo. Su eje conceptual precipita en un:
“esto no debería pasar” o “esto no debería haber pasado”, que lo instala de
lleno en la escena de la “realidad”. (tengo que encomillarla para que no se
olvide que la realidad ya está estéticamente constituida) Entonces, el Real del
sufrimiento del prójimo es la vía buscada para reponer el Real del arte que se
ha perdido. Así se procura sostener la legitimidad del procedimiento, aunque al
precio de estetizar el sufrimiento mismo, o peor aún, de estereotipar sus
manifestaciones. Por otra parte, en tanto la víctima es la prueba de la injusticia,
en su testimonio, no se puede separar el enunciado de la enunciación sin
cuestionar la realidad misma de su dolor y sólo queda reproducirlo bajo la
forma de una reivindicación estética. Es la vía del realismo moral y pedagógico.
El regreso a la mímesis, que, aunque pueda ser una eficaz herramienta de acción
política, sacrifica lo más vivo del arte.
Y quizá por
eso no hubo conversación. Aunque tal vez hubiera sido prematura o
inconveniente. Con diferencias, los que allí estábamos conservamos algunas
afinidades que convendría ahorrar. Después de todo, el soporte universitario está
para hacerlo. Aunque me cuesta mucho encontrar un lugar en una concepción
reducida que divide al mundo en víctimas
y victimarios. Lo concreto es que, sea por mi confusión, o por el
convencimiento de mis compañeros de mesa, no hubo registro de que allí hubiera
un asunto a debatir.
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"Memorial" piedra tallada y tiza |
Pero dejemos
aquí a este punto y pasemos a la otra intervención de la mesa que me parece que
plantea problemas mucho más acuciantes y que irán creciendo en los tiempos por
venir.
Se trata de
los que introdujo la ponencia de Anahí Rayen Marilúan, cuyo trabajo se tituló “Tayüles,
ullkantunes: belleza que aflora entre la lógica colonial”. en la que presentó
formas musicales propias de su comunidad. Partió de un comentario de Musters quién, en su travesía con los tehuelches, oyó unos
cantos que calificó de gritos de viejas. Anahí cantó y contó para nosotros esas
formas musicales. Fue emocionante oír, ahí, a mi lado, a esa voz bellísima y
estremecedora entonar aquellos cantos nacidos de una tradición arrasada y
reivindicada por sus descendientes.
Si cuestionar
las formas del arte popular me pone en un compromiso - porque no quiero hacerlo
- estas otras formas del arte me ponen en una encrucijada insalvable. Este arte
reclama para sí el reconocimiento del daño sufrido por sus creadores
originales, es decir, reclama un reconocimiento a priori, anterior a cualquier
apreciación estética, puesto que ésta se haría desde las categorías coloniales.
Pero el arte que yo practico se inscribe en la tradición occidental, donde ese
reconocimiento no se otorga a priori, sino a posteriori de verificar sus
efectos. Y peor, el crecimiento que extraño y que reclamo, como renovación de
formas y lenguajes es la esencia misma
de la expansión colonial. El arte abre el camino y luego el mercado vende las
conquistas. Todos los pulsos modernizadores tienen esta lógica.
Ese día me
sentí un invasor colonial, y lo hice saber al final de las presentaciones.
Porque el arte que practico es también un arte culpable. La culpa, en el campo
cultural en el que busco mis referencias, es una de las formas de la pregunta. Y
no puedo dejar de ser el resultado de mi historia y mis elecciones. Tampoco puedo
asumir livianamente el reclamo y asentir a sus formas políticamente correctas.
Si las comunidades originarias consiguen aumentar su influencia política (lo
que me parece el mejor camino) sus reclamos van a conmover los cimientos mismos
de la nación. Entonces sólo queda asumir el síntoma y sus consecuencias
políticas.
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"Civiliza" Piedra tallada que puede ser abandonada. |
Pero también hay
que decir que esto es posible porque el mercado ya no necesita naciones. Por el
contrario, estas formas nacidas en el siglo XVIII, son ahora un obstáculo a su
expansión y los grupos de influencia del capitalismo procuran socavarla por
donde puedan. Esta es la encrucijada
ante la que nos encontrarnos. Las formas que sostienen la organización social
están todas enganchadas a la forma mayor de la nación, y a ella – como metáfora
del Otro De La Respuesta – que es a quién se dirige el reclamo. Y esta nación
está fundada en la criminal aniquilación de las comunidades pre nacionales. Ahora
bien, a medida que las naciones van perdiendo poder, la historia en la que
sostenían su identidad se fragmenta y se abre un lugar entonces para los
relatos que dan la magnitud de la tragedia vivida.
Esta es la vía
por la que el arte se desplaza desde su autonomía (otrora eje de la renovación
del lenguaje) a otro soporte, el de la memoria. En una presentación posterior
de las mismas jornadas, Jorge Spíndola (3), se refería a la obra de Liliana
Ancalao (4). En algún momento Spíndola dijo que le era necesario fundarse en
una memoria que tomara al recuerdo como efectivo. Una memoria “realista”,
digamos, en la cual la historia, forma predominantemente moderna del tiempo, y
en consecuencia hegemónica, se fundara en un presupuesto: lo que recordamos es
lo que ocurrió. Al llegar a ese punto, Spíndola detuvo la lectura de su trabajo,
para hacer un comentario en el que me incluyó. “Nosotros, dijo, necesitamos
esa forma de memoria, pero supongo que debe haber otras” (la reproducción no
es textual) ¡Claro que hay otra!, la memoria misma de occidente, una memoria
engañadora, hecha de procedimientos retóricos, recuerdos encubridores y deja vú. Pero también una memoria
tensada en el plano ético, en tanto se sabe capaz de falsear. Esa memoria tiene
como semblante a la historia misma.
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"Civiliza" dibujo 58 x 72 cm |
Estas dos
memorias van juntas, una llama a la otra. La historia de la nación es un campo
de disputa y según quién la cuente, desaparecerán capítulos enteros de la
misma. Por lo general los más sangrientos o los de mayores consecuencias
políticas (5).
Pero la memoria
“Real” (6) se empantana en la sangre y el sacrificio, y al no encontrar ningún
elemento que permita una mediación política (La sangre derramada no será
negociada) se estanca en el pathos
testimonial. En el otro extremo, la memoria como relato histórico se diluye en
una narratología más mal que bien intencionada, frecuentemente tensa entre la
corrección política y el falseamiento. ¿Hay alguna manera de salir de esta
encrucijada? Quisiera creer que sí, pero no puede asegurarse. En principio porque
esa salida es política, lo que implica que no hay forma de establecer ninguna
verdad que no esté sujeta a revisión. Una revisión que, acentuando las
discrepancias con los actos del presente, impida la consolidación del relato
que va depositándose. Se podría decir que es una política del síntoma (7) pero
extendida apres coup a la memoria.
Ahora bien, la
práctica del arte que presentó Anahí Rayen Marilúan, al soldar el enunciado y
la enunciación, convierte cualquier cuestionamiento en una repetición de la
afrenta. El interlocutor queda expuesto a una opción de hierro: o acepta la
propuesta en los términos que le es ofrecida o queda en posición de rechazo.
Por ejemplo, a mí se me ocurrió que la idea de belleza que propuso, incluso la
misma ejecución – bellísima - de esas piezas, me resultaba totalmente
asimilable a mis códigos de belleza. ¿Entonces? O no hay diferencia entre los
códigos y la belleza es universal, o, puesto que los míos son los hegemónicos,
ya han transformado los suyos. O al revés, ella utiliza allí el código colonial
como vehículo para hacer entrar en la lengua hegemónica la memoria de la
tragedia. Pero ocurre que estas preguntas, nacidas de la exigencia de
interpretación que porta la obra tradicional, no pueden formularse porque
representante y representación están soldados. La interpretación (recordemos
que el panel se llamaba Arte en la Patagonia. Prácticas e
interpretaciones) consiste precisamente en separar ambos niveles de enunciación
para dejar al descubierto ese lugar de la verdad que – en occidente - es
homólogo al del sujeto. Si en ese mismo lugar se instala una certeza, no hay
pregunta.
Hubiera jurado que
en el curso de otra presentación de las mismas jornadas, Jorge Spíndola dijo
que había que dejar de ocuparse del sujeto moderno (no puedo asegurar que lo
haya oído, y puede ser un buen ejemplo de deja
vu). Quizá entonces no hubo debate porque está todo bien. De ahora en más cada
uno se ocupa de su modo de entender las cosas y listo. Y sólo queda ver cómo
vamos a convivir. Después de todo, las diferencias sólo son importantes si se
está esperando alguna forma de unidad; caído este ideal, el gusto, las
afinidades y rechazos, las marcas de la identificación elegida, irán trazando
las distinciones. Serán entonces las formas comunitarias las que definan los
modos de gozar. La política tendrá como tarea encontrar la forma de resolver la
coexistencia de estos mundos más o menos permeables, más o menos cerrados, y a
no avivar las pasiones porque este panorama es inestable. Hay comunidades
reunidas alrededor del amor al arte y otras alrededor de objetos de pasiones
más excluyentes. Lo que sí es seguro es que el arte perdió su condición
universal, si es que alguna vez la tuvo, y de ahí mi nostalgia. Esa vocación se
consumó con la globalización y con ella también comenzó su decadencia, ya que,
al hacer efectiva la ilusión de universo, lo particular que englobaba estalló
en una cultura hecha ahora de fragmentos.
Extraño la
capacidad del arte de inventar mundos e interpretarlos, aunque para ello fuese
necesario engañarse con la ficción universal.
Lo que también me
hubiera gustado preguntar ese día, es si, en el interior de esos fragmentos, se
percibe que no ya hay más universo o todavía lo llaman.
* - Equipo de Investigación del Proyecto Nº
1086 “Patagonia se dice en plural”, de la Facultad de Humanidades y Ciencias
Sociales. UNPSJB.
- Equipo de
Investigación del Proyecto Nº 846, “Apropiación simbólica de la Patagonia en la
narrativa argentina y chilena – Siglo XX”, de la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, de la UNPSJB.
- Grupo Peces del desierto.
Luciana Mellado, Es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad
Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Cursó la Maestría en Literatura Española
y Latinoamericana en la Universidad de Buenos Aires. Docente Universitaria de
las cátedras Literatura Latinoamericana I, Seminario de Teoría y Práctica
Discursiva y Seminario Literatura Patagónica. Es investigadora y ha publicado
artículos académicos de literatura y cultura en universidades de Argentina,
Chile, México, España y Nueva Zelanda. Ha recibido el premio Academia Argentina
de Letras en el año 2000. De su producción poética se destacan Las niñas del
espejo (2006) y Crujir el habla (2008). El Agua Que Tiembla (2013), Animales
Pequeños (2014) Actualmente dirige Peces del desierto, plaqueta de poesía que
reúne a una treintena de poetas patagónicos.
http://enlapiznegro.blogspot.com.ar/
1 Una versión de esa presentación se
publicó en la revista Analítica del Sur
Número 2
2 José Uranga, historiador, escritor y
ex Jefe del Departamento de Catalogación y Clasificación de la Biblioteca
Municipal, Entre su obra publicada se
encuentra “Fragmentos de un Texto Inconcluso” (1997), “Desde la diferencia”
(1997), “Vencedores y Vencidos. Cronología de las huelgas en Santa Cruz
1920-1921” (1998); y “El Eco de la Letra. Una genealogía patagónica”” (2001).
De su obra de ficción se puede señalar, “Cuatro Relatos Patagónicos I”, “Cuatro
Relatos Patagónicos II”, “Dos relatos patagónicos”; y “Diario Apócrifo de un
Riflero (Chupat, 1885)” (novela histórica).
3 Jorge
Spíndola (Comodoro Rivadavia,
1961). Ha vivido en distintos lugares de Argentina y del sur del continente. Ahora
vive en Valdivia, Chile. Publicó los poemarios Mátame si no te sirvo (1995),
Calles laterales (2002) y Jerez volcado (2009). Obtuvo el Premio Nacional de
Poesía del XVI Encuentro de Escritores Patagónicos 1994, Fondo Nacional de las
Artes. Su libro Calles laterales fue finalista del Premio Internacional de
Poesía del Festival de Medellín, 2007.
4 Liliana
Ancalao (Comodoro
Rivadavia, Chubut, 1961) poeta y docente. Pertenece a la comunidad
mapuche-tehuelche Ñamkulawem. Es profesora de Letras e integra un grupo
universitario de investigación de Mapuzungun, Texto suyos aparecen en la
antología La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea, editada por la
diputación española de la ciudad de Málaga en el año 2007.Entre sus libros se
destacan Tejido con lana cruda (2001) y Mujeres a la
intemperie (2009). Este último fue publicado por El Suri Porfiado en una
edición bilingüe (español y Mapuzungun).
5 Recientemente tuve ocasión de asistir a
la presentación del libro de Martín Kohan, El País De La Guerra. Ed. Eterna
Cadencia, en donde revisa la historia nacional como un relato de guerra.
Sebastián Barros, que tuvo a su cargo la presentación del libro, señaló que en
la revisión no había ninguna mención al populismo Irigoyenista ni al Peronista.
Kohan aclaró que resultaba muy difícil incluir esos capítulos en los
presupuestos que llevaba a cabo.
6 Uso el
término real en un sentido próximo al Real lacaniano, como lo imposible de
asimilara de cualquier relato.
7
Luis Tudanca. Una Política Del Síntoma. Ed. Grama. 2012
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