INVENTAR LA PÓLVORA

         Este artículo salió publicado en "EL ASTRENSE" periódico de la Biblioteca Vecinal del Barrio Astra adonde concurrí para realizar una experiencia de dibujo colectivo a la que llamé "Dibujando Astras...,digo Ostras". Este barrio es uno de los alejados del famoso "casco céntrico" (ya son muchas comillas). También se lo llama Km. 20. En sus alrededores he realizado varias caminatas, incluso abandonado piedras talladas a la espera de un caminante. Tiene unos cañadones bellísimos desde donde ver perspectivas increíbles. Mas allá de uno de ellos hay incluso restos de la explotación heroica, como torres o equipos de bombeo de madera. Muy recomendable.                                                       

dibujo. tinta  grafito y agua ras
El domingo 14 de septiembre fui a Astra* a participar de un conjunto de actividades culturales a las cuales sus organizadores llamaron “Esperando la primavera en Astra”. Buen título, sencillo y directo. Según me contaron querían emular un ciclo que se llamaba “Otoño en Diadema”, precisamente porque se hacía en otoño y en Diadema. Durante su transcurso se realizaban muestras de arte, talleres, charlas y reuniones danzantes.

 - Que antigüedad eso de las reuniones danzantes. Hasta mí me da vergüenza.

 El propósito era atraer a otros vecinos a estos barrios que, según se dice, se encuentran un tanto alejados del casco céntrico. Bah, según desde donde se mire, porque el centro también estaría alejado de estos barrios.

- Es lo que yo digo: si ­tu casa está a la misma distancia de la mía, no sé porque tengo que ser siempre yo el que vaya a verte.
Al fondo los cañadones de Astra.

 Lo concreto es que los humanos, con esa lógica de hormiguero que nos caracteriza, nos amontonarnos en cuatro o cinco manzanas y a eso le llamamos progreso. Parece que el progreso es avanzar y avanzar y entonces, cuando no se puede avanzar más la gente se va amontonando. Y hay otros barrios que quedan “rezagados” como dicen en los diarios, que también usan palabras antiguas.
El mundo se organiza alrededor de algunas oposiciones muy eficaces: cerca / lejos. Centro / periferia, etc. El centro se reserva para la movida y el barullo, y la periferia para la tranquilidad. En el centro se espera el progreso y en los bordes…hum…, los bordes…en los bordes crece un sentimiento de olvido y nostalgia que se torna pegajoso y nunca se sabe bien qué es lo primero, si el olvido o la gallina.
En los barrios que han quedado “al borde del progreso” crece ese sentimiento de que todo tiempo pasado fue mejor. Se recuerdan bailes familiares maravillosos, orquestas y cantantes borrosos - y mejorados, seguramente - y unas fotos donde desfilan las fuerzas vivas, como le decíamos entonces, que asombran las pálidas demostraciones de entusiasmo colectivo que hoy nos convocan.
Claro que si nos guiamos por estos sentimientos todos vivimos en barrios al borde del progreso. Porque esos sentimientos están tan extendidos y tienen tanta adhesión que nadie duda de ellos. Y en nuestra ciudad, tan desparramada que parece que el progreso le pasó  por el medio, esos sentimientos son el pan de cada día. Y juraría que ya se hablaba de ellos en la década del sesenta:

- Y sí, capaz que por ahí empezó la cosa. ¡lo que eran los bailes del club! ¡Impresionantes! ¡Familiares!  Pero ahora no, ahora no se conoce a nadie.

Imposible de verificar, por supuesto, pero a la gente le gusta ese relato y lo cuenta en todo momento. ¿Y porque le gusta ese relato? Y otra vez hay que echarle la culpa al progreso, porque desde que progresamos, el progreso se mide en organización social, en crecimiento, en “volumen de negocios” y renovación y así.

- Últimamente hay como dos virtudes nuevas ¿no? y que andan en yunta: flexibilidad y resiliencia. Y no sé porque, pero me malicio que es como decir: mire, acá no hay nada seguro, eh, y va a andar mejor el que se la aguante. ¡Como la inventan, viejo, y eso que la pólvora ya está inventada!

El progreso, que no tiene valores singulares, rompe con las comunidades y las disuelve en sociedades cada vez más sistematizadas e impersonales. Y después la gente no encuentra donde reconocerse. Y, a medida que el progreso progresa, se apuran a encontrar un casillero donde meterse a riesgo de que el progreso pase y quedemos olvidados.

 - Antes decíamos que el progreso era como un tren, pero ahora no hay trenes, por el progreso, precisamente.

Si el par, cerca / lejos, organiza el espacio, el par, progreso / olvido organiza el tiempo. Y es así desde que somos modernos,  mucho antes de que se fundara Comodoro que es una ciudad muy reciente.

- Es que Ud. no sabe como era antes, nos cuidábamos entre nosotros, y si usted trabajaba en la empresa se lo reconocían, le daban facilidades para que se instale. ¡Ahora, ahora si no tiene un amigo político no consigue nada!

Con este sentimiento no se puede hacer nada, es cierto, el olvido pone a las personas en una situación de resentimiento y desesperanza que corroe cualquier proyecto común. Se erige un culpable que cargue toda la bronca y la gente se enreda despotricando y fantaseando con un resarcimiento. Y como la realidad le suele dar elementos de sobra para confirmar ese sentimiento, se hace un circulo vicioso.
Ahora bien, ¿como se sale de ese círculo vicioso? Y se sale buscando modos de organización que recreen las cosas a una escala  acorde a la experiencia de las personas y de las comunidades. Y eso, por suerte, ya está inventado hace mucho; y no requiere de demasiado progreso. Además es un buen lugar para la nostalgia.  Es más: es el único lugar donde la nostalgia no hace daño. Los nostálgicos pueden poner a prueba sus ideas y hacer una “kermesse” y verificar si sigue funcionando como en los tiempos idos. O una reunión danzante o un desfile de fuerzas vivas. En nuestro acervo hay muchos recursos que funcionan tan bien como en el pasado. Unos títeres, por ejemplo, siguen siendo tan eficaces como siempre, o dibujar que sigue siendo divertido.
Ah bueno, porque eso fui a hacer a Astra, a dibujar con otros en una pared. Tenía algo de la infancia, que es el paraíso de la nostalgia, y que la pinta feliz, aunque sea un consuelo para el alma.

- Otra antigüedad, ¿quién tiene alma hoy en día?

Después compartimos unos mates con los organizadores y visitamos el barrio y escuchamos al coro, que cantó mejor que nunca, canciones de esas que parecen disolver el tiempo (ya me estoy poniendo nostálgico). Parece, porque el tiempo no se disuelve, se reinventa, y para hacerlo hay que organizar, que es otro modo de poner un límite al progreso y a la nostalgia. El que organiza no suele idealizar nada, ni el futuro ni el pasado. Cuando organiza le da a las cosas la escala que conviene.

- No le digo que la pólvora ya está inventada, organice bailes, viejo, y kermeses y llámelo a Alonso* que él sí que está en la pomada.

Le voy a dar la razón al vecino nostálgico. Me subo al banquito de opinar y digo: ¡Acá lo que habría que hacer, es seguir haciendo bailes y kermeses y la primavera que venga cuando quiera!

*Astra y Diadema son dos barrios de Comodoro cuya conformación los recorta nítidamente de la zona más densamente poblada. Están a más de veinte kilómetros del “casco céntrico” y sus dificultades suelen ser atribuidas a que la distancia propicia el olvido. “Dicen que la distancia…es el olvido…” No sé si decía así, porque me olvidé.

*Daniel Alonso, sensitivo periodista, escritor y locutor, lleva adelante una serie de relatos deliciosos sobre la aldea que sobrevive en las esquinas.


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