MI RESPUESTA.






Estimado Marín Kohan, vuelvo sobre su respuesta con cierto esfuerzo. ya que la polémica ha alcanzado una extensión que no deseo pero obliga a continuarla.
Me dice que podemos ir más allá del mercado, creo, sin embargo, que la influencia del mercado tiene efectos mayúsculos sobre la palabra política. La homogenización que sufren todos los objetos que entran en el ámbito del mercado tiene un efecto disolvente sobre dicha practica. Por eso me parece un cálculo deliberado que el relato de Videla fuera dirigido allí bajo el formato de declaraciones periodísticas testimoniales, un género que  apunta precisamente a producir credibilidad. Vuelvo sobre lo que ya dije: la palabra de Videla era esperada, y generaba expectativas sin duda, pero por ello debía dirigirse al ámbito judicial, donde debio haber aportado al establecimiento de la historia. Ninguna otra historia puede establecerse hasta no esclarecer, por ejemplo, la cuestión del destino de los desaparecidos o de la sustracción de menores. Esta cuestión adquiere el estatuto de una verdadera refundación del orden discursivo.
En segundo lugar, me atribuye un paradigma que no se cual es, pero, para despejar confusiones, yo no creo que haya algo así como una descripción última y verdadera de la realidad (con mayúsculas) a la cual arribaríamos si nos pudiéramos poner de acuerdo. Justamente, porque entiendo que la realidad se sostiene en la circulación continua de enunciados, cada uno con su régimen de verdad. Ello determina la eficacia de la palabra política en función de la capacidad de influir en esa  discusión. De eso se trata el régimen simbólico. Desde ahí se pueden inferir intenciones, anticipar movimientos etc., y fundamentalmente poner en juego el poder que se cree tener para modificar políticamente ese orden. Desde esta perspectiva entiendo al estado como el soporte simbólico de esa controversia traducido luego al sistema jurídico institucional que procura estabilizarlo. Y no confundo al Estado con el gobierno de turno que lo actualiza.
Videla se manejaba a un nivel puramente imaginario, donde la política está abolida, y el disenso y la discusión reemplazados, imaginariamente, por la confrontación con un adversario simétrico fuente de toda amenaza. Desde ahí es que él puede posicionarse como la excepción a la Ley. Ese plano imaginario esta latente y aún se puede oír en numerosos ámbitos, a veces seguido del llamado al regreso de Uno (ahora si con mayúsculas) que resuelva el antagonismo sin tantas vueltas.
Por último la cuestión de la teoría de los dos demonios, que bulle, como digo, o roza, como dice, su texto. Es cierto que en su conferencia no hay ninguna condena a los grupos insurgentes, pero en mi opinión esto no basta, ya que la reintroducción de la teoría se da por la dirección que organiza el ensayo. Como se parte de la hipótesis de que Videla se justifica en un relato de guerra, se hace girar al texto alrededor de un objeto que se duplica: dos memorias, dos olvidos, dos combatientes. O en el inicio de la conferencia, cuando dice: “…disponer la distribución más habitual, más previsible y más cómoda: de este lado, el nuestro, la memoria y el testimonio; del otro lado, el suyo, el olvido y el silencio” Y creo que por esa pendiente se confunde la posición de Videla con la orientación del ensayo, ubicando a dos adversarios simétricos en el lugar del objeto de estudio. Es cierto que no hay ninguna adhesión a la tesis de Videla, pero tampoco encontré que dijera taxativamente que no hubo ninguna guerra, porque no hubo ninguna guerra, hubo terrorismo de estado. Es decir una agresión masiva, organizada y expansiva que durante cuatro años al menos sembró el terror en el país. Sus efectos aún están instalados entre nosotros y fundamentalmente en el miedo y su manifestación como odio y desprecio a la política.
Quisiera terminar aquí la polémica. No veo ningún beneficio de continuarla conmigo. Estoy seguro de que no le faltarán interlocutores en las muchas y diversas comunidades donde circula la palabra política. Le agradezco el debate que ha sido muy enriquecedor.



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