FOTOGRAFÍAS DE PABLO VILLAGRA EN EL CENTRO CULTURAL COMODORO



LA NADA
FOTOGRAFÍAS DE PABLO VILLAGRA EN EL CENTRO CULTURAL COMODORO

Hay varias razones por las que quiero escribir sobre esta muestra. En primer lugar porque me gustó mucho y me dan ganas de celebrarla con una respuesta escrita que testimonie lo que aporta. Segundo, porque está impecablemente presentada y jerarquiza la sala de exposiciones del Centro Cultural. Y finalmente porque Pablo Villagra le ha dado un nombre enigmático a su muestra que me habilita a interrogarla.
La muestra lleva la curaduría de Gabriel Valansi cuyo cuidado se nota tanto en la selección de las imágenes como en su presentación. Mérito adicional de Pablo, el encontrar con quién formarse y quién valore su obra tanto como él. Esto también incluye el apoyo de la Fundación Osde quién aportó, entre otras cosas, un catálogo magnifico.
Hubo un tiempo en que arribaron a estos pagos unas tendencias que acercaron la fotografía al arte. Artistas y fotógrafos se cruzaron en una especie de indefinición. Los artistas buscaban renovar su arte utilizando la potencia mimética de la fotografía y los fotógrafos querían reivindicar el carácter artístico de su práctica. (Tuve ocasión de participar, decididamente, como jurado en un salón provincial donde por primera vez se otorgó el premio mayor a una fotografía, con algún revuelo en el pueblo, hay que decirlo) Pero también trajo alguna confusión y se propagaron rápidamente varios estereotipos, por ejemplo, la foto desenfocada de un fragmento de la realidad presentado en el lugar de la obra. O alguna postal del desierto que especulaba con volcar su misterio (ya gastado hay que decirlo) al interés de la foto. Pero duró poco, y luego las aguas se fueron otra vez a sus cauces, los interesados en la fotografía a sus practicas y los practicantes del arte a las suyas.
Pablo Villagra supo ubicarse manteniendo la especificidad de ambos territorios. La intención conceptual de sus fotos sigue naturalmente la vocación de revelar la verdad propia de la fotografía, pero él lo hace al modo del arte contemporáneo, es decir, extrayendo un fragmento de la realidad de un contexto mayor, pero del que conserva sus resonancias. Ese fragmento tiene las condiciones del ready made duchampiano, su “neutralidad”, incluso su banalidad, y al presentarlo en el lugar tradicional del tema  fotográfico es que produce arte. El método del objeto encontrado se encuentra, valga la redundancia, con el instante decisivo de Cartier Bresson.
Claro que el método de Bresson partía de la idea de que había ahí una realidad por fuera de la mirada en la cual era posible descubrir un aspecto revelador. En las fotografías de Pablo ya no hay  ninguna realidad que no haya sido alcanzada por la mirada, por el contrario todas sus fotos muestran el montaje mismo de la realidad y como, hasta el detalle más intrascendente, está dispuesto hacia ella. Es mas: se podría decir que este es el leitmotiv de toda la obra, descubrir en los rincones mas intrascendentes la huella de la mirada.

Las Heras 2006, 100 x 84

Pero continuemos con la fotografía que inició la serie. Fue Premiada en el Primer Encuentro de Artes Visuales de la Patagonia. Y en ella se muestra lo que probablemente sea el estar de un hotel de pueblo. En el centro dos sillones de cuando el algarrobo adquirió prestigio, la tela rayada de sus tapizados va en el mismo sentido. Eran signos que procuraban agregar distinción en el rincón impersonal del pueblo. La foto está iluminada por la luz de una ventana central que deja la escena en una muy lograda penumbra. Por la ventana se ve un edificio antiguo, patagónico, probablemente una estación de algún ramal de tren abandonado. Y en un ángulo un televisor, puesto ahí para que lo vea cualquiera, que muestra unas imágenes de guerra que bien podrían ser de Malvinas. Todo está detenido en esa quietud forzada de los lugares impersonales que procuran preservarse de cualquier alteración. Es sobre este fondo que resaltan los indicios banales del drama.
El método se repite en varias fotografías. Tomemos esa otra donde se ven varios recortes de papel pegados a una pared, con imágenes de la policía fronteriza de Chubut en sus poses características. El gris de las láminas contrasta con el color de la cerámica y más aún con la formica amarilla de la puerta donde una impersonal figura masculina de metal indica que se trata del baño de hombres. La foto está cargada de insinuaciones, por ejemplo, sobre la distancia entre aquellos signos de masculinidad que muestran las láminas, y esta figurita de hombre de aluminio que las contrasta. Todo ello subrayado por la típica asociación de cerámica terracota y formica amarilla, de los viejos edificios públicos “modernos”.
Hay varias direcciones en el conjunto de obras, aunque es posible destacar la presencia de los signos de la mirada en la fotografía misma. Se trata de un procedimiento canónico del arte: el cuadro dentro del cuadro, recuerden El Matrimonio Arnolfni, de Van Eyck, o el espejo y la puerta del fondo en Las Meninas. En efecto, en todas las fotos de la muestra hay una pantalla que redobla la mirada involucrando al espectador en el asunto. El monitor de seguridad de la Universidad podría estar enfocándonos a nosotros, y si no lo hace tal vez aparezca nuestra ausencia, que es tan aterradora como la presencia en este asunto. Aquí radica ese clima tenso de las fotos y la sensación de realidad que emana de ellas.
Hay otros signos de la mirada, como los papeles pegados en las paredes, los carteles publicitarios,las indicaciones arquitectónicas. Esa mirada omnímoda que nos requiere continuamente pero para engullirnos. No hay ninguna piedad en las fotos de Pablo, ninguna especulación con la nostalgia o el color local. El ejemplo es ese almacenero bien dispuesto, acodado en su mostrador al lado de la folclórica balanza Bianchi; el tema tiene todo para convertirse en el estereotipo del personaje local, por ejemplo, el que puede encontrarse en las fotos patagónicas de Zimermann, pero este almacenero apenas se destaca del montón de latas, cajas y demás productos que de un modo amenazante llenan de detalles todo el cuadro. No hay latas de sopa Campbells, ni cajas de Brillo Box, pero no hace falta, su influencia ya ha llegado hasta este remoto rincón donde Pablo completa su tarea.
Ahí está la nada: en el modo en que el mercado ha convertido todo en mirada. Y en él, ningún elemento vale más que otro cuando se trata de hacerse visible. Todo queda reducido a la fugaz visibilidad de los cinco minutos de fama tan citados, para caer luego otra vez en el olvido del anonimato radical. El mismo anonimato que preside la foto insignia de la muestra, ese carro de hotel, donde las perchas vacías son él único indicio que queda del sujeto, envueltas en diseño frío, belleza democrática para todos. Una luz cenital recuerda que alguna vez en ese sitio, vértice de la mirada, estuvo Dios.


Comentarios

  1. Interesante y lúcido comentario, con algún dejo de incertidumbre e incognita, pero previsible tratándose de la Nada, de Pablo Villagra y de José Luis que para colmo hace aparecer a Dios al final y desde lo alto, porque naturalmente Dios nunca aparece desde abajo.
    Sinceras FELICITACIONES a todos los que pergeñaron, produjeron, colaboraron y comentaron esta muestra que nos enriquece a todos (y a todas).
    Alberto Roura

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