Y SE FUE


APUNTES POSTERIORES AL ÚLTIMO ENCUENTRO
- ¿No se cansa Ud.,de apuntar y apuntar?
- Es que lo que quiero apuntar se me escapa entre los dedos de la lengua.
- Mire, por mi siga apuntando, era un comentario nada más.
- Es que es la única manera que encuentro de dejar algún rastro sobre el trabajo que se ha venido haciendo.
- ¿Y por que quiere hacerlo?
- No lo se. Vagamente intuyo que es una manera de enfrentar los agobios de la vida en común. Un modo de hacerme un valor. Fíjese, otra vez la cuestión del valor. Como ve, estamos en tema.
- A Ud.,cualquier micro lo deja bien…

Se terminó el Seminario. Éramos pocos y la abuela no vino. Aún así fue bueno. El objetivo del seminario se cumplía igual al encontrar respuestas a las preguntas que lo guiaron. Hay una grabación y alguna vez se podrá hacer algo con ella y con todos estos apuntes que fueron surgiendo. Respecto del valor que se reclama para el arte, es un valor curioso, un valor que resiste las formas que pudieran dársele. Si es por el dinero, casi siempre es un valor excepcional, dudoso, que lleva a preguntarse por el modo en que se valoran las cosas en general. Porque el precio es el modo extendido de valorar y lo que alguien está dispuesto a pagar lo indica. Ese límite superior del precio queda abierto y puja hacia arriba. En el caso del arte, este límite superior es continuamente empujado al record. Siempre se puede superar la cifra que se pagó por una obra. O por quien se la paga. Porque que se pague una millonada por una obra de Picasso, no sorprende mucho. Pero que se lo haga por un artista reciente, cuya fama parece espumar de los medios masivos, si sorprende. Los clásicos tranquilizan. O la maestría, que es más razonable y de acuerdo con lo que tradicionalmente se ha entendido por precio: una mercancía vale por lo que costó hacerla. - ¡Pero si hay artistas que ni siquiera hacen ellos la obra! Bueno, eso digo, que ese valor en juego está lleno de paradojas. Lo que averiguamos es que esas paradojas procuran mantener abierta la dimensión del valor - ¡Que vivo! Mientras tanto unos cuantos se embolsan unos millones. Es relativo. Paralelamente hay otros millones que no embolsan nada. Incluso que sostienen estoicamente una austeridad y una pobreza que también hacen a ese valor. Son las dos cosas: una riqueza providencial y excepcional y una pobreza sostenida con dignidad. El artista solitario sobreviviendo en un ruinoso cuarto de pensión, mientras sostiene una obra excepcional solo conocida por unos pocos advertidos. Macedonio Fernández, Gombrowicz y otros tantos que se podrían agregar a la lista. Si bien es literatura, no deja de tener efectos, por ejemplo dando por sentado que el artista puede trabajar gratis, ya que su valor fue cubierto por el don que ha recibido. Le oí decir a Günter Grass que algunas obras ameritaban pagar por hacerlas. Otra variante.Esa dimensión del valor que el arte procura mantener abierta, impidiendo su formalización, es homóloga a la que sostiene la llamada dignidad del hombre. Las dos han nacido casi juntas de una matriz religiosa y procuran la elevación de la existencia por encima de lo material, donde personas y cosas no serían más que objetos de intercambio. La expansión del mercado, que convierte en mercancía fetichizada todo lo que toca, incluidas las personas, ha barrido con esa dimensión. Paradójicamente, al hacerlo aplastó la producción del valor que fue rápidamente cuantificado. Pero si el valor ya no puede propiciarse mediante la elevación, queda el recurso, mucho mas eficaz, a la degradación. Hay ejemplos abundantes, especialmente en los embrutecidos medios de comunicación: la estetización de cuerpos mutilados, o reducidos a servidumbre y otras tantas delicias que procuran ahora captar la apetencia de miserias. Desde su desprendimiento de la matriz religiosa donde ha nacido, esta dimensión fue haciendo su camino en las diversas obras y movimientos que lidiaron con ella. Adhesiones, rechazos, invenciones, recuperaciones de valores pretéritos, rupturas, fueron tejiendo esa matriz de relatos que llamamos historia. La Universal para más datos. La nacional ya debió inscribirse en ella para lo cual debió tomar de allí las formas que consideraba valiosas. Los versos modernistas de Darío, por ejemplo, versos que vemos aparecer por el pueblo, cada tanto, o mejor: cada vez que alguien decide emprender su camino como poeta y le canta al amor. Suele haber una página del corazón en el diario local que lo celebra.
Pero es así como funciona. El arte empieza de la misma manera en todos lados. Es siempre local. Eso me gusto, me pareció una herramienta. Hay que ir a buscar las formas con las que uno quiere vérselas. Hoy en día puede tomarse cualquiera, incluso los versos modernistas, a condición de tener en claro que se trata de formas que han hecho su camino, y que, cualquiera sea el uso que hagamos de ellas, ese camino marca nuestra posición respecto de ellas. Es decir: el verso modernista puede usarse por ejemplo, para cantarle a un amor de nuestros días. Un amor de mensajes de texto, o de aislamientos varios. Seguro resulta interesante. El formato usado para la universalización del amor obligado a cantarle al amor local, al único que hay después de todo. Lo que no da tanto resultado, es usar el verso modernista, como si no hubiera pasado nada. Como si entre Clara Mizrahi y Rubén Darío no hubieran mediado cien años y no se cuantas cosas mas. Pero la tradición se instala de todos modos y con lo bueno o lo malo. Eso es el trabajo que queda por hacer. Cuando alguien asume hacerlo por su cuenta y riesgo, inscribe en esa tradición su nombre de autor, y toma las formas que quiere y las trabaja a su antojo de artista. Luego las devuelve adonde las tomó modificadas, El archivo y la memoria recibirán el trabajo, poniéndolo a disposición para un nuevo uso. Y ese uso habilita las formas de la critica y la lectura que forman el micelio de donde saldrá la próxima obra. Hasta la próxima.


Las imágenes corresponden a dibujos de la libreta de apuntes. Tintas sobre papel, de 20 x 30 cm. 2010


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