PURO GUSTO

ARGUCIAS: RODEOS
Y PASOS ENCONTRADOS SIN
SENTIDO TE DISTRAEN:
OLVIDAS TU CAMINO






Apuntes Para Ir Cerrando

Quinto Encuentro del Seminario "El Valor Del Arte"


En la escuela nos enseñaron que los españoles, los portugueses y hasta los ingleses, iban de mar en mar, buscando gustos. ¡¿O no?! ¿No vino Colón creyendo que encontraría pimienta? ¡Bueno! Yo digo lo que me enseñaron, si suena escolar no es cosa mía. La cuestión es que todos esos señores anduvieron por el mundo buscando novedades para el gusto. Ellos no le hubieran llamado novedades porque ese término apareció más tarde. Fue necesario que primero se agilizaran un poco más las comunicaciones. Las carabelas no eran un prodigio, digamos. Cuando apareció el telégrafo, o la radio misma, entonces si pudimos gustar de novedades. Pero, aunque “sus tiempos” como le decimos ahora, fueran bastante mas anchos que los nuestros, buscaban como entretener el gusto, entretenerlo a morir, que no buscaban chupetines. Los chupetines fueron su consecuencia: primero gustos sofisticados, clavo de olor, pimientas, ámbar gris, y vaya uno a saber que otras exquisiteces y luego, de tanto buscar y expandir el gusto: chupetines.



ARCADA: EL VIENTRE
ABIERTO ESPARCE
TU CUIDADA RESERVA











¿Y como alguien sale a buscar pimienta?¿Alguno se la trae un día y le dice: - se donde hay pimienta de la buena… y entonces el tipo alquila un barco y parte? Bueno este es el asunto: ¿que valor tiene la pimienta para entretener el gusto, y mover a la gente de un lado a otro? De eso nos ocupamos todo este tiempo, buscando el valor pimentero del arte. Porque después de la pimienta se fundan ciudades, se eliminan a los que no les gusta la pimienta y luego llega la democracia proclamando ¡Pimienta para todos!

Esto es cinismo, por cierto. Pero tiene la virtud cínica de despejar el idealismo, ese que nos hace perder de vista que las empresas humanas se mueven por intereses muy particulares. Intereses que solo pueden llamar a la acción por el gusto que prometen. Y a ese nivel vale tanto un diamante excepcional, robado de un campo de refugiados africanos, como un beso de la Madre Teresa a la pústula de alguno de esos refugiados. Ya sabemos que sobre gustos no hay nada escrito. Otra vez es cinismo, pero es que, a este nivel, es el cínico el que sabe que todo vale lo mismo. Que es, por otra parte, la definición misma del cinismo.

Para que no se crea que el gusto por las vueltas me ha enloquecido (antes le decíamos barroco, antes de que la democracia proclamase: ¡comprensión y simpleza para todos!), lo que intento relacionar es que, entre el gusto y lo que la cultura produce, está la clave del valor que buscamos.

El gusto es ese modo en que, nuestra sensibilidad, nos anuncia que lo producido por la cultura es de nuestro agrado o, por el contrario, despierta nuestro rechazo.

- ¡Que elegante manera de decirlo!

Bueno, ya habrá tiempo para el asco, que nunca falta. O para la repulsión, ¡válgame Dios! ¿Alguien ha experimentado repulsión recientemente? ¿O complacencia? ¡Ah…! si todo el mundo no estuviera tan preocupado por entender, podríamos encontrar en la lengua española toda una memoria del gusto. Incluso la de aquellos que buscaban la pimienta. En Baltasar Gracian ya debe haber palabras suficientes. Pero bueno, ahora gustamos de otras cosas.

-¿Vos gustás de mí? Yo gusto de vos. De tu modo de llamarme, y de tus nalgas por cierto. Y se me ocurre que a vos te gusta como camino. Tiene ese aire de torpeza… ¿no? Ah… ¿no? Disculpas entonces, hubiera jurado…



ARTAUD: EL VERBO BROTA
DEL SUEÑO
COMO UNA FLOR
O COMO UN VASO
EL VIENTRE Y EL
VASO CHOCAN










Ahora, ¿Cómo llega a clavarse la pimienta en el cuerpo? ¿Cómo se convierte, la pimienta, en esa astilla lenta y urgente que saca a un tipo de su pueblo y lo manda a la otra punta del globo a buscarla? En una época, a eso contribuían los artistas. Los escritores especialmente. Pero también los músicos, por ejemplo, un tipo como Gardel incorporó al gusto mucho de lo que era considerado vulgar. En cambio Schönberg, un fino en términos de gusto, hacía algo aborrecible. Y por eso le pusieron un nombre: atonal. Y luego se lo aborrecía pero sabiendo que era. Y algunos podían decir:

-¡Que horrible pimienta! Mejor no vayamos.

Eso también se aplica a la plaza, por ejemplo. Y ahí los artistas tuvieron su agosto, porque durante mucho tiempo, fueron los que dieron forma al gusto de las plazas, piensen en Hugo del Carril y La Plaza De Mayo. O en Gieco y La Plaza De Mayo. O en Silvio Rodríguez, Galeano y tantos otros y La Plaza De Mayo.

Pero hoy el gusto esta a cargo de los especialistas en modales: la tía legrand (dudé de agregarla al diccionario, porque me fastidia la arruga roja del Word, pero bueno, es parte de la cultura). O los tíos, periodistas mayores, que curten de sensatos opinando sobre modales, y nos regañan cuando tenemos modales populistas.

-¡Qué feo eso! ¡Que clima de descontrol! ¡la pimienta no es para cualquiera! Una cosa es la libertad y otra libertinaje. Antes esto no pasaba.

De nuevo tengo que advertir que el gusto por el rodeo no me extravió. Los artistas tuvieron un papel clave en la construcción del gusto y de su relación con la nación y la política. Desde Alberdi y Sarmiento, Echeverría, y otros, hasta Borges y Artl, pasando por Discepolo, el cine nacional, Berni, los radioteatros y bueno, toda esa historia que nos contamos a nosotros mismos, y nos representamos de tal o cual manera. Porque no es lo mismo gustar de la pimienta con elegancia, como Victoria, que ponerle pimienta a todo, como Eva. O esconderse a pimentar mientras se predica la abstinencia.

El gusto es la razón que da valor a la labor del artista. O lo era, hasta que el mercado se apropió por completo de todo este asunto (los artistas y los medios de “comunicación” incluidos, obvio.)


-¿Adonde ira todo esto? ¿tanta publicidad de pimienta no nos hará mal?¿no tenderemos una epidemia de asco, por ejemplo?


Las fotografías corresponden a una serie de intervenciones en el paisaje consistentes en una serie de términos que parodian las instrucciones de un recorrido. Miden 70 X 100 cada una.

Comentarios

  1. Muy bueno Tuñón!
    Me trajo a la memoria algo que dijo Charlie García hace un tiempo y que tardé bastante en comprender. "La sal no sala y el azúcar no endulza" y hablaba de condimentos, por así llamarlos. Personalmente hace tiempo que no me quemo el paladar con algún exceso pimentoso. Creo que lo último fue Eloísa Cartonera, allá por el apocalipsis del 2002. El resto han sido vinagretas: aunque piquen, son todas iguales. Eso en cuanto al arte. La política (coincido con vos) está exponiendo sus carnes (y sus víceras) como para una buena salmuera. A contrapelo de la historia, creo que esta vez la política sorprendió al arte mientras éste se estaba rascando el ombligo.
    Abrazo
    Pini Raffaele

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