APUNTES TERCER ENCUENTRO


APUNTES TERCER ENCUENTRO

Me sorprendo de que el procedimiento de resultado. Si bien lo anuncié en el primer encuentro y era cierto: yo no sabía por donde iba; voy descubriendo lo que quiero decir a medida que lo digo. Y me lo digo a mí, no solo a quienes vienen a escucharme.

Por ese camino me doy cuenta de que, lo que llamé soldadura entre forma y contenido*, es una respuesta a la expansión occidental. Una respuesta que procura mantener unido lo que la expansión disuelve: las esencias, las identidades y las instituciones que las sostenían. Esto ya es historia vieja aunque aún la padezcamos. Por el contrario, ahora estamos en el reflujo y hay que ver en que termina todo esto. En algunos campos hay reacciones alentadoras. Tal vez, luego de caídas, algunas figuras canónicas se levanten de un modo distinto y pierdan el lastre que arrastraban.

Pero bueno, en nuestra región, donde la presencia de empresas extranjeras es notoria, las modalidades culturales que trasmiten la expansión occidental se afianzan. Fundamentalmente en lo que hace a los intercambios de bienes y servicios. En lo cultural, paradójicamente, (o no tanto) las empresas suelen apoyar las reacciones a esos mismos cambios. Pero no es una novedad, se sabe que el mercado legitima sus prácticas apoyado en las tradiciones, las mismas que también contribuye a socavar. Pero bueno, para encontrarme con ese camino sembrado de paradojas es que procuro ir sin saber muy bien donde voy. Aunque se que esa dirección está impresa en mi condición de sujeto, allí capa tras capa, apetencias, rechazos y prohibiciones han modelado mi gusto. Y de tal modo que ahora me parece espontáneo. Pero no es así, y creo que abrirlo es una manera de recorrerlo y revisarlo.

¿Qué es una esencia? Una categoría que le atribuimos al ser, suponemos que, si lo despojamos de todas las formas con las que se cubre, vamos a encontrar un núcleo imposible de reducir a ninguna apariencia. Un núcleo de verdad, y a eso le llamamos esencia. Por extensión, la esencia se trasmite. Pero cuando procuramos despellejar una esencia y sacamos capa tras capa, no encontramos ese núcleo indiscutible. Allí por general se apela al amor, puesto en escena por alguno de los emblemas de la esencia, que adquiere, por esa operación, un estatuto de sagrado. No voy a extenderme demasiado en esto porque es un asunto conocido. Lo que quiero remarcar es que, un conjunto de significados quedan atados a unas formas. Piensen por ejemplo, en lo que se anuncia como esencia de la patagonia y el modo en que se la enlaza a una bandera, que, aunque reciente, tiene el estatuto de una tradición.

Occidente arrasa con estas construcciones. Mi análisis mismo, sin duda occidental, heredero de la tradición crítica moderna, y de su relevo post estructuralista, disuelve ese lazo entre forma y contenido.

La reacción es resistir a la disolución, apelando al carácter sagrado del signo de la tradición, y también a las catástrofes que se desatarían si se dejara caer el valor sostenido por ella. Obvio que se apela al miedo.

Sin embargo escucho la advertencia con atención, y creo que hay esencias que no hay que rascarlas mucho, no por sagradas, sino porque son anclajes de un sujeto cada vez más endeble, más urgido y más expuesto. Pero también creo que las instituciones que más han sostenido esas esencias, adquirieron con el paso del tiempo un carácter autoritario inversamente proporcional al vacío esencial que custodiaban. Ni que decir que esas mismas instituciones tienen en su pasado hechos concretos del ejercicio del miedo o la violencia. Y que usaron esas esencias como coartada para evitar que las alcance la justicia. Esa impunidad terminó muy mal y aún pagamos las consecuencias.

- ¿Ahora digo yo, tanto párrafo para hablar de arte?

- ¿Por qué la complica, viejo?

Si se trata de expresarse nada más. ¡Hay que hacerla simple!

También estoy de acuerdo, hay que volver a conseguir alguna simpleza y hacer funcionar algo de lo que va quedando.

Pero volvamos a la soldadura entre forma y contenido. Bourriaud** le llama repliegue identitario y junto a la creolización, las anota como dos formas de oposición a la expansión de occidente. No estoy tan seguro de que sea un repliegue defensivo solamente. Creo que también puede ser una intención: de imitación, de asimilación, de identificación, tal vez sean tres cosas distintas aunque parecidas. Entre la progresía tiene más prestigio la resistencia, pero creo que esa resistencia también se hace con formas provistas por occidente ¡la vanguardia entre otras! para acentuar las contradicciones.

A Bourriaud no le gusta ese repliegue identitario. Lo entiende como regresivo, o conservador, (es un europeo al fin) Pero ese repliegue dio lugar al Berni de los chacareros, por ejemplo. La creolización parece gustarle más, y nosotros debemos tener un montón de ejemplos cocolicheros y criollos. Pero seguimos amontonando contradicciones, porque la creolización está a un paso de la ridiculización, imprescindible para el absurdo y también para la más fina ironía. Claro que no es la única forma de criollización. Hay que volver a Borges de “Los Escritores Argentinos Y La Tradición” para repasar esa cantidad de contradicciones y sus soluciones. ¿Entre que? Entre un acto que imprime una forma como nueva y, en el mismo acto, su contrapartida, como origen y como ruptura. Luego la historia, que es otra forma occidental, pone las cosas en serie y nos hace ver como continuidades lo que son solo puñetazos en la mesa.

Pero él propone otra cosa: propone como remedio lo que llama una traducción. Ahora que consideramos a la cultura organizada como un discurso, y tratándose de un discurso hegemónico, dominante y otro dominado, parecería que conseguir una traducción mitigaría el avasallamiento, o mejoraría las chances para defenderse, o al menos entender mejor a que se está uno asimilando, ¡que joder! Claro que eso parecería implicar dos lenguajes completos. Uno el de occidente y otro el de la cultura que va a recibir el golpe, la influencia, la irradiación y otras cuantas formas mas o menos metafóricas. No estoy tan seguro de que se trate de lenguas completas y que pudiera irse de una a otra, como si solo se tratara de signos. Entre signo y signo, o bajo las formas metafóricas hay cuerpos encarnados y de los otros, los que han perdido la vida. Pero además si se trata de luces hay que recordar que no importa si los significantes son occidentales o chiítas, nunca alcanzan para nombrar lo que se propone, siempre quedan cortos o largos, o inadecuados. Mas cuando hay que nombrar alguna de las formas del horror que occidente engendra fácilmente.

Me doy cuenta que esto que estoy diciendo es válido para el arte o para cualquier otra forma cultural afectada por este comercio. A este nivel no hay diferencias entre un libro, un ritual comercial o una pintura. Todos funcionan de la misma manera: como ámbitos privilegiados donde se hace el tratamiento de la violencia intercultural. (Me doy cuenta que así parece que se naturalizara la violencia al hacerla “intrínseca” a la relación entre las culturas)

Y yo creo más bien que se requiere un tercer término. Ese término está mas cerca de lo que se entiende en psicoanálisis con el nombre de síntoma. En esta disciplina se lo entiende como un artefacto de dos caras: una vuelta hacia el discurso, capaz de relacionarse con la verdad y con la interpretación, y capaz también de interpelar a quien lo porta o a quien lo recibe. Y otra cara vuelta hacia lo opaco de ese gusto del que hablaba más arriba, ese gusto que es modelado por los intercambios culturales, por los apetitos que despierta y los que prohíbe, los que tolera y los que combate. Ese gusto que al decir de Lacan camina por las profundidades de occidente.

La obra de arte tiene ese valor, al menos en un comienzo, piensen en Las Señoritas de Avignón, por ejemplo, una obra que no puede ser traducida, en un comienzo al menos, luego vienen lo émulos y los exegetas, ellos completan la tarea de verdadera traducción, hasta que lo ajeno de esa obra se incorpore a la cultura que engulle el engendro. Así progresa el gusto, con estopa y petróleo, como decía Bracque, de Picasso precisamente.


Las fotografías corresponden a la obra:

"Llamadores" Piedras talladas y abanadonadas o expuestas. Dimensiones variables.

*Ver entrada anterior: Apuntes Segundo Encuentro


**"Radicante"

Nicolas Bourriaud

Adriana Hidalgo Editora

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