MITO Y FICCIÓN

MITO Y FICCIÓN

Este artículo fue escrito en el año 2008, en esa ocasiòn llegó a mis manos un ejemplar de un libro editado en el año 2005, Patagonia, Ficción y Realidad, de Hector Raúl Ossés. Las resonancias de ese libro me llevaron a escribir un pequeño texto, que, como tantos otros, quedaron en el cajón de un escritorio virtual. Al releerlo me doy cuenta de las estrechas relaciones que tiene con las dos entradas anteriores: el texto sobre la muestra de Teo y Dolores en el Ceptur, y el comentario del Precongreso (Congreso Comarcal 2010). En ambos me doy cuenta que procuro despejar los efectos de una matriz mítica que impregna muchos niveles de la cultura patagónica. En este sentido me pareciò oportuno volcar en este medio, que no disponía entonces, el articulo que mencionaba. Encuentro en el algunas cosas que no diría de la misma manera, y otras en las que no estoy tan seguro. Por ejemplo en una divisiòn excluyente entre ambas categorías. Hoy creo que la ficciòn puede nutrirse del mito, y a su vez, el mito resguardarse de la credibilidad anonadantes que despierta. Pero aún así, creo imporante publicarlo. Lo hago convencido de que este asunto, lejos de ser una polémcia agotada en el siglo pasado, (ligada al revuelo que armaban los cuestionamientos a la antropología) tiene una relevancia politica de primer nivel en nuestros días.(José Luis Tuñon, marzo 2010)


"Enjambre" Chapa galvanizada y abrelatas. 90 x 110 cm


Acabo de leer un libro de Ossés en el que afirma que no hay ficción en la literatura patagónica. Coincido totalmente. El autor lo explica por la influencia de la literatura de viajes, única escritura que ha cimentado una tradición en estas tierras. Según Ossées, esta escritura se lee de un modo mágico estimulando la fantasía y los sueños. Sueños que, tratándose de la Patagonia, serían los de toda la humanidad. Vuelvo a coincidir.

Pero luego de este inicio, el libro* se desliza en una reseña de todos los viajes: Pigafetta, Jofré de Loaiza, Drake, Sarmiento de Gamboa, Darwin, Musters etc. Sin embargo no aporta ninguna explicación de este fenómeno, que a mi entender constituye un problema. Creo que se limita a constatarla y en el fondo a compartirla. El también esta fascinado por esas crónicas devenidas leyendas, que a mi entender, han tenido un efecto anonadante sobre los escritores posteriores.

La leyenda patagónica es un conjunto de relatos que, al tener la estructura de un mito, tienen el efecto de un papel cazamoscas: una vez que se cedió a su seducción, no es posible desprenderse y solo queda contar una y otra vez viajes y descubrimientos poseído por la ambición de ser el primero. La imaginación sueña entonces con territorios vírgenes donde poner un pie pionero. El corolario es un clima de aventuras, que delira tanto con territorios desconocidos, como con apropiaciones indebidas de propiedades aún no establecidas.

También he leído que Alejandro Aguado ha presentado en Sarmiento sus libros. Y, según se leía en el diario que trasmitia la notica, declaraba que no es un investigador y que le interesa el aspecto humano. ¿Qué es el aspecto humano que le interesa a Aguado? Pues el sesgo que le permite entregarse a la fascinación del mito sin las coacciones de la literatura ni de la universidad.

¿Es posible pensar en un estadío primero, previo al desarrollo de la ficción? ¿Uno en el que esa magia y los sueños que desencadena crezcan de modo lineal, hasta dar paso a la ficción? No lo creo. El mito empobrece y esa es la razón por la cual no se ha podido, tantos años después, superar la literatura de viajes para dar paso a una narración que no termine regenerando el mito.

El mito fue descrito entre otros por Barthes, quien analizo sus formas contemporáneas y sus efectos ideológicos. Su estructura rígida es responsable del efecto de credibilidad que despierta en quien escucha su relato. Pero también, la que impide los cambios y sustituciones que dan paso a la ficción. A la inversa de esta, que se sostiene en su proximidad con la mentira, el mito depende por entero de la credibilidad que genera en quien lo oye… y en quien lo escribe. Y es que esa credibilidad no es otra que la que quiere creer que los sueños son verdaderos. Con alguna exageración, pero nada grave comparado con las condiciones extraordinarias que el mito relata.

Por esta razón no creo que desde el mito sea posible abandonar este gesto infantil. Y por ello creo que constituye un problema. Una ciudad crece por las ficciones que se da y no por los mitos que se cuenta. La nuestra por ejemplo, esta agobiada por el mito del robo, corolario del mito del pionero. Y sus versiones fatigan los medios de comunicación todas las mañanas. Por ellos se propala continuamente la idea del despojo. Cada acontecimiento se lee de esta manera y sirve de prueba de la veracidad del mito. Los acontecimientos son forzados a probarlo. Es mas, en este momento debe dudarse de lo que digo, creciendo la sensación de que voy a contrapelo de las evidencias mas palpables. El problema es que una ciudad que cree que ha sido robada, se organiza en torno a la reticencia, convencida de que ya le han sacado demasiado. La consecuencia es la ausencia de compromiso, la escasez de liderazgos y un clima quejoso y resentido que tiñe todos los intercambios. Por esto también me parece que no es un problema menor. La ausencia de ficción es un problema político.

Es que vivimos en un sistema representativo. Es decir, que de no contar con un sistema que permita una mediación con el conjunto, no es posible la convivencia de todos los intereses particulares. La autoridad se representa, el bien común se representa, la salud, la educación y la legislación de derechos, son todas representaciones ideales que, de no contar con un aparato que despliegue las condiciones de aplicación, que son siempre particulares, se tornan inaccesibles. Hace falta un ámbito en donde se las trate, para poder combinarlas, negarlas, afirmarlas, llevarlas a las situaciones extremas, adelantarlas en el tiempo, presuponerlas en el pasado y demás operaciones propias de la ficción. Este aparato es literario y es el que permite a una ciudad crecer, convivir con los diferentes, diseñar alternativas, concebir nuestra ausencia y hacer lugar a las generaciones futuras que es su consecuencia inmediata.

Todo ello es posible con el auxilio de la ficción. El mito de los pioneros se reduce a la pedagogía del ejemplo y a las versiones rígidas e idealizadas. Y fundamentalmente, y esto es lo mas grave, en tanto impide considerar la ausencia, se pierde en interminables homenajes que confunden memoria con repetición. La ciudad vive en un clima de nostalgia en el que se impone la idea de que lo bueno ya ocurrió y no supimos aprovecharlo.



* Hector Raúl Ossés. “PATAGONIA, ficción y realidad” Gato Producciones 2005



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